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21 ene 2009

¿Receptores de nicotina en la boca?

Hasta ahora, los científicos pensaban que la nicotina tenía que migrar al cerebro, previo paso por los pulmones y el torrente sanguíneo, para conseguir sus efectos.

Sin embargo, un equipo investigador de la Universidad de Oporto (Portugal), del Instituto Internacional de Neurociencia Edmon y Lily Safra de Natal (Brasil), de la Virginia Commonwealth University y de la Duke University (EEUU) ha descubierto que existe un segundo camino de reconocimiento de la nicotina que probablemente contribuya a la adicción.

Y es la boca el lugar en el que se encuentran esos receptores, que son responsables de la activación de la corteza gustativa en la ínsula (un área cerebral).

Los científicos llegaron a esta conclusión tras modificar genéticamente ratones de laboratorio para que no tuvieran la proteína TRPM5, relacionada con el reconocimiento de sabores amargos (como la nicotina o la quinina).

A pesar de no sintetizar esa proteína, los ratones fueron capaces de distinguir la nicotina de la quinina y del agua por un camino independiente al sentido del gusto.

Los investigadores explican que la nicotina estimula dos sistemas en la boca: uno relacionado con el sabor amargo y otro específico de la nicotina.

Los receptores de la nicotina presentes en las papilas gustativas producen la activación neuronal de la corteza gustativa, que está en la ínsula.

Se sabe que los daños en esa región cerebral pueden terminar de forma instantánea con la adicción a la nicotina, por lo que los científicos estudian ahora si los receptores bucales están relacionados con los efectos de esa sustancia en el cerebro.

De ser así, su bloqueo podría convertirse en un arma eficaz contra el tabaquismo.

El poder adictivo del tabaco reside en el efecto que la nicotina tiene en el cerebro.

La inhalación del humo de un cigarro hace que esa sustancia se transporte al pulmón, desde donde pasa al torrente sanguíneo y llega al cerebro.

Allí se une a los receptores colinérgicos nicotínicos, lo que desencadena la liberación de neurotransmisores como la dopamina, cuyo efecto es una sensación de bienestar en el individuo.

Una larga exposición a la nicotina hace que se incrementen sus receptores en el cerebro e incluso la tolerancia a la dopamina: por eso, cuando se deja de fumar otros estímulos no son suficientes para liberar dopamina y crear una sensación de satisfacción.

Los fármacos para combatir la adicción al tabaco actúan sobre los receptores cerebrales, pero tienen graves efectos secundarios y tan sólo son exitosos en el 20 por ciento de los casos.

El equipo investigador sugieren que el desarrollo de fármacos para aplicar en los receptores bucales de la nicotina de forma tópica reduciría drásticamente los efectos secundarios de los tratamientos actuales. EFE vmg/ibr

Esto explicaría en gran parte las recaidas de los fumadores, aún sabiendo que el maldito producto los está matando... lentamente.

Mejor sin Humo

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